viernes, 11 de enero de 2013

Padre Juan Bautista Aguirre

Biografía
Padre Juan Bautista Aguirre

Fue hijo del capitán de milicias Carlos Aguirre Ponce de Solís y de Teresa Carbo Cerezo,1 ambos guayaquileños. Estudió en Quito, en donde residió treinta años, casi la mitad de su vida. En 1758 ingresó en la Compañía de Jesús.
Enseñó en Quito en la Universidad de San Gregorio Magno hasta que los jesuitas fueron expulsados de Hispanoamérica en 1767. El 20 de agosto de ese año partió de Guayaquil con rumbo a Faenza, Italia, lugar de confinamiento para los jesuitas quiteños.
Ya en Italia, fue superior del convento jesuita en Ravena y rector del colegio en Ferrara. Luego de extinguida la orden de los jesuitas por el Papa Clemente XIV en 1773, fijó su residencia en Roma bajo el pontificado de Pío VI. Fue amigo del obispo de Tívoli, monseñor Gregorio Bamaba Chiaramonti, futuro Pío VII.2

Obra poética, literaria y religiosa

Como escritor religioso cultivó la oratoria sagrada, y como poeta escribió gran número de versos que responden a una amplia temática que va desde los poemas religiosos y morales a los de tipo amoroso, a menudo mitológicos. Su poesía se encuentra muy anclada en la corriente gongorina.3
La mayor parte de su producción no fue descubierta hasta 1937, cuando se encontraron sus "Versos castellanos, obras juveniles, misceláneas", entre los cuales destaca la epístola en décimas "Breve diseño de las ciudades de Guayaquil y Quito".

Aguirre Permaneció en Quito más de treinta años. Años de juventud, fueron sin duda los de más ferviente inspiración poética. Sus estudios ni su cátedra nunca pudieron refrenar su fogosidad de imaginación. De fantasía enfática y elegante, le dio vuelo y auge en la predicación, que tanto se prestaba entonces al ditirambo y al escarceo. De su oratoria tenemos preciosa muestra con la oración fúnebre pronunciada en las exequias del ilustrísimo Juan Nieto Polo del Águila, obispo de Quito. El habérsele designado en ocasión tan solemne es indicio de su fama do orador. Aquel ejercicio retórico, bajo el falso ardor del obligado elogio, cobra en él una fibra, un desembarazo, una rapidez, que están ahí delatando su habitual gusto por el pensar figurado, por la antítesis abundante y su facilidad de moverse en la abstracción metafórica. Nada de tanteo ni apocamientos: expresión valiente, algo torturada de conceptismo, pero mantenida recta por la frase corta, acelerada y ferviente. Guarda resabios de la época, pero a veces son de lo mejor, como en este balanceo, entre discreto e ingenuo: "Ello era cosa admirable, ver a nuestro ilustrísimo prelado en lo mejor de su edad, navegando en el mar del siglo, como en un golfo de leche, todos los vientos favorables a popa, todas las ondas en bonanza, todas las estrellas en aspecto risueño; mas él, tan superior a su grandeza y a sí mismo, que temía como borrasca la serenidad y como escollos del sosiego las insignias de la fortuna".

CARTA A LIZARDO PERSUADIENDOLE
QUE TODO LO NACIDO MUERE DOS VECES,
PARA ACERTAR A MORIR UNA

LIRAS
¡Ay, Lizardo querido!
si feliz muerte conseguir esperas,
es justo que advertido,
pues naciste una vez,
dos veces mueras.
Así las plantas, brutos y aves lo hacen:
dos veces mueren y una sola nacen.
Entre catres de armiño
tarde y mañana la azucena yace,
si una vez al cariño
del aura suave su verdor renace:
¡Ay flor marchita! ¡ay azucena triste!
dos veces muerta si una vez naciste.
Pálida a la mañana,
antes que el sol su bello nácar rompa,
muere la rosa, vana
estrella de carmín, fragante pompa;
y a la noche otra vez: ¡dos veces muerta!
¡oh incierta vida en tanta muerte cierta!
En poca agua muriendo
nace el arroyo, y ya soberbio río
corre al mar con estruendo,
en el cual pierde vida, nombre y brío
¡Oh cristal triste, arroyo sin fortuna!
muerto dos veces porque vivas una.
En sepulcro suave,
que el nido forma con vistoso halago,
nace difunta el ave,
que del plomo es después fatal estrago:
Vive una vez y muere dos: ¡Oh suerte!
para una vida duplicada muerte.
Pálida y sin colores
la fruta, de temor, difunta nace,
temiendo los rigores
del noto que después vil la deshace.
¡Ay fruta hermosa, qué infeliz eres!
una vez naces y dos veces mueres.
Muerto nace el valiente
oso que vientos calza y sombras viste,
a quien despierta ardiente
la madre, y otra vez no se resiste
a morir; y entre muertes dos naciendo,
vive una vez y dos se ve muriendo.
Muerto en el monte el pino
surca el ponto con alas, bajel o ave,
y la vela de lino
con que vuela el batel altivo y grave
es vela de morir: dos veces yace
quien monte alado muere y pino nace.
De la ballena altiva
salió Jonás y del sepulcro sale
Lázaro, imagen viva
que al desengaño humano vela y vale;
cuando en su imagen muerta y viva viere
que quien nace una vez dos veces muere.
Así el pino, montaña
con alas, que del mar al cielo sube;
el río que el mar baña;
el ave que es con plumas vital nube;
la que marchita nace flor del campo,
todo clama ¡oh Lízardo!
que quien nace una vez dos veces muera;
y así, joven gallardo,
en río, en flor, en ave, considera,
que, dudando quizá de su fortuna,
mueren dos veces por que acierten una.
Y pues tan importante
es acertar en la última partida,
pues penden de este instante
perpetua muerte o sempiterna vida,
ahora ¡oh Lizardo! que el peligro adviertes,
muere dos veces porque alguna aciertes.

Nota   El estudiante tendra que paasar a su cuaderno de materia